jueves, 25 de junio de 2015

Capítulo 19 -> El enfrentamiento

Estábamos Héctor y yo en su casa preparándonos para salir a comprar un par de helados y dar un paseo por el parque cuando Leonardo llamó al móvil de Héctor.
-Hola papá. ¿Pasa algo?

No oí que le decía su padre pero por la cara de alterado que puso, sé que nada bueno. Me acerqué a él y le abracé por la espalda para que no se pusiera nervioso.

En cuanto colgó, se dio media vuelta y me miró a los ojos.
-No me gusta esa cara. ¿Qué ha pasado?
-Mi familia se ha dividido.
-¿Qué significa eso?
-Mi tío no acepta dejar sin cobrar una deuda y dice que no le importa que alguien de la familia se meta de por medio que arrasará con todo aquel que se ponga de por medio.
-¿Entonces viene a por nosotros?
-Va a raptar a tu amiga para que sus padres tengan que dar la cara pero sabe que no le será fácil si estamos mi familia y yo de por medio.
-¿Tu padre va a ayudarnos?
-No va a dejar morir a su único hijo.
-¿Hay algún plan? –inquirí agarrándole fuerte de la mano.
-Dar la cara.
-¿Luchar?
-Sí, bueno… más bien disparar –dijo mientras me soltaba e iba en dirección a un armario del salón.
-Matar.
-Sí y yo estaré al lado de mi padre protegiendo todo aquello por lo que mi familia a luchado durante tantos años –dijo mientras abría una puerta pequeña del armario y tecleaba una contraseña en una caja fuerte de lo más moderna.
-¿Esa es la única solución? ¿Mataros unos a otros? –grité nerviosa.
-Alice, tranquilízate. Mi tío no dudará en matarte si te metes de por medio. Lo hago para protegerte, ¿es que no lo ves? –dijo mientras sacaba de la caja fuerte una pistola y otra más pequeña.
-Ya vi una vez como te disparaban y no pienso verlo de nuevo.
-No lo verás. Mi familia y yo os llevaremos con unos cuantos guardaespaldas a un lugar secreto.
-No puedo impedir que dispares, ¿verdad? –dije con los ojos llorosos.
-Pues no, no puedes convencerme. Alice, he estado metido en problemas muchos más graves que este. Mi tío es muy cabezón y él solo entiende un idioma. El de la sangre.
-¿Te matará?
-Llevaré todo tipo de protección, además, que tenemos a los mejores francotiradores del mundo de nuestra parte. Será pan comido.
-Ya…
-Confía en mí –me susurró mientras acunaba mi rostro entre sus manos y me miraba fijamente a los ojos.

Nos quedamos toda la tarde en su casa. Cuanto más intentaba convencerme de que no le iba pasar nada, más nerviosa me ponía yo. Héctor me dijo que su tío nunca avisaba cuándo iba a atacar pero tenían varios espías vigilando su casa, por lo que si intentaba hacer algo, lo sabríamos.

Por la noche, cuando me llevó a mi casa, Héctor convenció de una manera muy sutil a mis padres para quedarse a dormir. Por supuesto, yo también tuve que insistir haciendo como que la idea era mía. Mis padres no pusieron ninguna pega ya que les caía muy bien Héctor. Como era de esperar, no le dejaron dormir en la misma habitación que yo. Por lo que Teresa se fue a dormir con mi hermano, yo me bajé a dormir al salón con Lucy y Héctor durmió en mi cuarto.

Mientras intentaba conciliar el sueño, podía oír como la madera de las escaleras crujía. Me asusté y abracé con fuerza a Lucy. En un solo segundo, se pasaron por mi mente un millón de cosas. Empecé a pensar que tal vez el que bajaba, era un asesino de parte del tío de Héctor y que ya se había encargado de liquidarle y ahora venía a por mí. Luego pensé que puede que Johnny se hubiera colado en mi casa y quisiera acabar con todo de una vez.

De repente, vi como una sombra se acercaba sigilosamente hacia mí. Empecé a temblar pero intenté contenerme para que la persona que se estuviera acercando, no viera que me asustaba.
La sombra seguía acercándose. Pasados unos segundos, la sombra se había acercado tanto que podía notar su aliento en mi rostro. Cerré los ojos e intenté controlar mi respiración para que pareciera relaja y la sombra pensara que estaba dormida.
De repente, note algo cálido y suave en mi frente. Automáticamente, di una patada que impactó con la persona que estaba a menos de un metro de mí. Me levanté nerviosa y en cuanto la sombra volvió a ponerse de pie, lancé mi puño con fuerza pero noté como una mano lo retenía. La sombra me empujó hacia la pared. Notaba su aliento en mi cuello.
-Alice, por mucho que te esfuerces no te voy a dejar que dispares a mi lado –me dijo susurrando Héctor mientras me tapaba con una mano mi boca.

Al notar como me relajaba, Héctor quitó la mano de mi boca y me cogió del brazo para llevarme a donde se encontraba el sofá-cama.
-Me has asustado –le susurré mientras me sentaba.
-Perdona. Pero he de decirte que sabes defenderte bastante bien aunque jamás tienes que dejar que tu enemigo se ponga de pie.
-Está bien, la próxima vez no pararé de pegarte hasta que me supliques que pare –dije bromeando.
-Me parece bien aunque a lo mejor se te adelanta tu padre por haber bajado cuando me ha dicho que no podía bajar a verte hasta mañana.

Me reí por lo bajo mientras abrazaba con fuerza a Héctor. Bostecé un par de veces y Héctor me acunó entre sus brazos. Poco a poco, me estaba quedando dormida y podía notar como Héctor me tumbaba, me abrazaba y me arropaba. No tardé en quedarme dormida sabiendo que me encontraba en buenas manos.

En cuanto me desperté, Noté algo cálido a mi espalda. Me di la vuelta pensando que era Héctor que seguía aún dormido. Pero me equivoqué. Él no se encontraba allí. Solo estaba Lucy abrazando a Sáhara. Me levanté y me dirigí a la cocina.
-Buenos días –me saludó mi madre con una sonrisa que le ocupaba medio rostro.
-Hola.
-¿Has dormido bien?
-Estoy acostumbrada a mi cama pero bueno, es soportable –dije mientras cogía una magdalena de una bolsa de plástico.
-Cariño no comas eso –me dijo mi madre quitándomela y volviéndola a meter en la bolsa.
-¿Por qué no?
-Porque Héctor se ha levantado antes que yo y a hecho tortitas. Es un cielo de persona.

Vi a Héctor al otro lado de la cocina con una espumadera en su mano. Mi madre no paraba de sonreír y yo me di media vuelta y me fui al baño a lavarme la cara. Cuando volví, mi madre y Héctor estaban teniendo una conversación bastante animada y Héctor  había parado de cocinar.
-Dormilona, ¿quieres sirope con las tortitas? –me preguntó Héctor mientras ponía unas cuantas tortitas en un plato.
-Creo que sí –murmuré con la voz ronca.

Mientras desayunaba, Héctor hacía lo mismo frente a mí. Mi madre nos dejó solos en cuanto terminó de comerse sus tortitas.
-Aún me duele la patada que me distes anoche.
-Por venir a hurtadillas.
-Hacía tiempo que quería volver a verte recién levantada.
-Si eso fuera verdad, te abrías quedado a mi lado hasta que despertara. Pero te has ido para cocinar.
-¿Acaso no te gustan mis tortitas?
-Me encantan.
-Alice, ¿estás así porque no me he arriesgado a que tus padres vieran que he violado su norma?
-Diciéndolo así parezco la mala de la película –dije mientras ponía un poco de sirope en una tortita.
-Ay, mi niña. El día que te vengas a mi casa a pasar la noche, me quedaré a tu lado hasta que te despiertes –me susurró mientras se acercaba para darme un beso en la frente.

Mientras acabábamos de desayunar, el móvil de Héctor empezó a sonar. Miró a la pantalla y me miró fijamente a los ojos.
-Es mi padre. Ahora vengo.

Salió de la cocina, se puso su abrigo y se fue a la calle. En cuanto terminé de desayunar, fregué todo lo manchado y al ver que Héctor seguía fuera, decidí mirar por la ventana.
Seguía hablando por teléfono y no paraba de ir de un lado para otro. Pude ver como la niebla ocultaba sus pies. Tras unos cuantos minutos observándole, me di media vuelta y subí a mi cuarto a vestirme por si teníamos que salir de casa.
-Me tengo que ir –me  dijo Héctor en voz baja mientras yo daba un pequeño salto porque no había oído su entrada en mi cuarto.
-¿Qué ha pasado?
-Mi tío va a atacar y hay que estar preparados. Vendrán a buscaros unos guardaespaldas por si mi tío decide atacar vuestra casa.
-Ten cuidado por favor.
-Tranquila, como ya te dije ayer, este no es el primer tiroteo en el que participo. Tengo que irme. Te quiero –me susurró mientras me abrazaba y me besaba.
-Te quiero.

Me besó en la frente y se fue con un paso ligero hacia la puerta. Vi por la ventana de mi cuarto como Héctor desaparecía en su coche a través de la espesa niebla.
Mi hermano vino a mi cuarto y empezó a hacerme cosquillas.
-¡Para! –le grité mientras me retorcía.

Mi hermano empezó a reírse y en cuanto paró de hacerme cosquillas, olfateó como un perro.
-¿Tortitas?
-Las ha hecho Héctor.
-Pues entonces voy a aprovechar –dijo muy sonriente mientras salía corriendo de mi cuarto.

Pasé varios minutos mirando por la ventana. Tenía la mirada perdida en el horizonte. Solo podía pensar en Héctor. Estaba metido en esto por mi culpa. Si no me hubiera conocido, no tendría que enfrentarse a su tío. En ese mismo momento, me di cuenta de que no me podía quedar en casa de brazos cruzados. ¿Pero qué podía hacer yo si iban a por mi mejor amiga?
-Buenos días –me dijo Teresa desde la puerta de mi habitación.
-Hola, Teresa. Mi hermano está en la cocina zampándose todas las tortitas que ha hecho Héctor. Yo que tú correría si quieres desayunar.
-¿Está Héctor aquí?
-No, se tuvo que ir –dije mientras me acercaba a ella.
-¿Y eso?
-Vamos a la cocina y te lo cuento.
-¿Habéis discutido?
-No y baja.

Tenía pensado contarles a ella y a mi hermano en la que estábamos metidos. No quería asustarles, solo que estuvieran preparados por si teníamos que huir.
-Hola, cielo –le dijo Robert a Teresa mientras se levantaba para darla un beso.
-Tu hermana quiere contarnos algo.
-¿De qué se trata?
-De Héctor.
-Vaya, ¿habéis discutido o algo?
-No. Necesito que no le contéis a nadie lo que os voy a decir. ¿Prometido?
-Prometido –dijeron Robert y Teresa al unísono.
-Héctor es italiano y su familia es la mafia más poderosa de Italia. Su tío es el que está persiguiendo a tus padres. Cuando me secuestraron, fue orden de Johnny que me soltaran y me dejaran en paz. Johnny y Héctor son primos.
-¡Pero si por poco Johnny mata a Héctor! –dijo mi hermano sobresaltado.
-Lo sé. Pero ellos van a luchar contra quien se les ponga por delante sin importarles quienes sean. El tío de Héctor te quiere a ti Teresa. Cree que secuestrándote, tus padres darán la cara.
-No la tocarán –dijo mi hermano abrazando a Teresa con fuerza.
-Robert, usarán armas para quitarnos a todos del medio para llegar hasta Teresa. Y por eso Héctor se ha ido. Su familia se ha dividido y va a haber un tiroteo entre la familia de Héctor y su tío.
-Alice, Héctor y yo apenas nos conocemos y no tiene por qué hacer nada por mí.
-Teresa, no voy a dejar que te toquen ni un solo pelo, ¿entendido? –le dijo Robert muy serio mirándola a los ojos.
-Alice, debo ir.
-Teresa, si vas, matarán a tus padres.
-Dame tu móvil –me pidió Teresa.
-¿Para qué?
-¡Dámelo!

Se lo di confusa. Tecleó y salió fuera de casa. Aunque Robert la agarraba con fuerza, ella se deshizo de él rápidamente. Tras unos minutos esperando a que Teresa entrara, miramos por la ventana y vimos que se dirigía a casa. Fuimos directos a la puerta.
-¿A quién has llamado? –le preguntó Robert preocupado.
-Nos vamos.
-¿A dónde? ¿De qué hablas? –le preguntó mi hermano.
-Al campo de batalla.

No entendíamos nada así que la seguimos. Ella nos ordenó que fuéramos andando y nosotros le hicimos caso sin rechistar. Tras media hora andando, llegamos a un parque en el que no había nadie. Estaba completamente desierto. Teresa nos señaló que fuéramos por el césped. Empezamos a hacer eses esquivando los árboles. Tras un par de minutos andando, vimos algo parecido a un fuerte de metal. Era un parque en el que jamás había estado y ya me imaginaba por qué no había nadie. Sería de la familia de Héctor y seguramente, él ya sabría que estábamos a tan poca distancia de ellos.
Teresa volvió a teclear en mi móvil, que aún no me lo había devuelto, y al segundo, un hombre vestido de militar, con un casco también de color verde camuflaje y con una escopeta en la mano, salió del fuerte de hierro y nos ordenó que entráramos.
Nada más entrar, pude ver como Héctor, también vestido como un militar, se acercaba con un rostro bastante nervioso.
-¿Estáis bien? –me preguntó mientras me abrazaba con fuerza.
-Sí. ¿Por qué estamos aquí?
-Teresa pensaba entregarse sin luchar pero no la vamos a dejar rendirse tan fácilmente. Mi tío seguramente ya sabrá que estará aquí y entonces, mandará sin control a toda su tropa y nosotros les esperaremos. No podrán traspasar nuestro refugio por lo que aquí estaréis a salvo.
-Quiero participar en la lucha –dijo muy serio mi hermano.
-¡Robert, ni se te ocurra! –dijimos Teresa y yo alteradas.
-Héctor, ¿puedo unirme a vosotros? –preguntó mi hermano ignorándonos.
-Robert, no tienes experiencia con las armas. No creo que sea correcto –dijo caballerosamente Héctor.
-No me importa, solo quiero un arma para defenderlas.
-Te daré una pero no la uses si no es extremadamente necesario.
-¡Héctor, no¡ -le grité.

Héctor me apartó de todos y me agarró de los brazos.
-Tranquila. Solo le doy una para que no intente hacerse el héroe y acabe herido. Os quedaréis aquí dentro y ya te he dicho que no conseguirán pasar dentro por lo que no tendrá que usar el arma –me susurró mirándome a los ojos.
-Está bien –le dije mientras él me daba un beso en la frente.

Volvimos a donde estábamos antes y Héctor nos explicó el plan. No era muy difícil nuestra parte. Solo teníamos que escondernos en un sótano y esperar a que Héctor viniera a por nosotros. Mientras tanto, todos ellos estarían en sus posiciones disparando.

Tras un par de horas esperando, un soldado nos avisó que venían veinte coches y 30 motos. Todos los vehículos empezaron a disparar mientras daban vueltas a nuestro refugio. Desde el sótano podía ver a todos los soldados que disparaban. De momento, ninguno estaba herido pero esto solo acababa de empezar. Pude observar como además de disparar, tiraban granadas que explotaban a los pocos segundos de ser tiradas causando un  sonido bastante ruidoso y que te ponía los pelos de punta.

Oíamos gritos, golpes, ruidos de los motores de los vehículos… En uno de los gritos, pude oír el grito de Héctor. Miré por una rendija para ver si estaba herido pero tan solo era un grito de motivación mientras disparaba con una metralleta diez balas por segundo.
A los dos segundos, escuchamos una enorme explosión.
-Dos coches menos –gritó un soldado.
 Estaba bastante tranquila cuando la cosa se puso peor. Oímos como las paredes que nos cubrían iban cediendo hasta caerse. Héctor abrió la puerta del sótano.
-¡Corred! ¡Robert, cúbrelas! –nos gritó Héctor mientras disparaba y esquivaba balas.

Salimos del sótano y nos adentramos en un bosque. Nos escondimos detrás de un matorral a bastante distancia de la lucha. Pude observar el porqué de la caída de nuestro fuerte. Todos los vehículos, se habían estrellado a posta contra el fuerte. Al parecer los coches estaban cargados de explosivos muy potentes.  Pude ver como hombres de ambos bandos iban cayendo al suelo heridos.
Vi a Héctor detrás de un coche volcado. Cada dos minutos, salía un poco y disparaba y no paraba hasta matar o dejar herido a alguien.

Robert tenía en sus manos una escopeta bastante grande. La sostenía con bastante fuerza y Teresa le abrazaba mientras que yo no podía dejar de mirar el campo de batalla y rezar para que no le pasara nada a Héctor.
Los soldados de ambos equipos iban disminuyendo. Pude reconocer al tío de Héctor y a Johnny. Un grupo de 20 hombres les escoltaban. Iban armados y con un chaleco cada uno.  Vimos como Johnny miraba hacia nuestra dirección. Nos había descubierto. Héctor también se dio cuenta y comenzó a correr en nuestra dirección. Comenzamos a correr a través del bosque.
-¡Poneros detrás de aquellos árboles! –nos gritó Robert.

Corrimos hacia unos árboles que estaban bastante juntos y hacían de escudo. Héctor llegó a nuestro escondite a los pocos segundos.
-Héctor, Johnny no viene solo –dijo nervioso mi hermano.
-¡Mierda! Es mi tío. Hay que frenarles –dijo mientras disparaba sin darles.

Robert y Héctor no paraban de disparar sin conseguir darles pero los hombres que les acompañaban, iban cayendo al suelo poco a poco. Cuanto más se acercaban, más nerviosos nos poníamos todos. Johnny y su padre también disparaban y gracias a Dios, no tenían buena puntería. Cuando estaban a menos de 10 metros de nosotros, se quedaron sin balas y al minuto, Robert y Héctor también. Robert, lleno de ira, saltó por encima de una piedra y se abalanzó encima de Johnny. Héctor, al verle desprotegido, también saltó pero él se abalanzó encima de su tío.
-¡Bastardo, quita de encima! –le gritaba su tío a Héctor mientras él le intentaba inmovilizar.
Héctor al oír eso, le apretó el cuello a su tío mucho más cortándole, de esta manera, la respiración. Su tío empezó a ponerse rojo e iba poco a poco cambiando de color. Johnny al ver como su padre se asfixiaba, le dio una patada a mi hermano en la barriga y habiéndose librado de él, fue a por Héctor para salvar a su padre.

Teresa y yo mirábamos con terror aquella violenta escena. Las dos estábamos asustadas pero también llenas de ira y si la cosa se ponía fea, saldríamos a luchar sin pensárnoslo. Porque aunque no supiéramos ni cómo defendernos, serviríamos de distracción. Teresa y yo nos miramos y al segundo, volvimos a mirar al campo de batalla.

Pude ver como Johnny le cogía por el cuello a Héctor mientras éste intentaba deshacerse de sus fuertes manos.  Robert se levantó con valentía del suelo y fue a por Johnny. Pero antes de que pudiera acercarse a él, el tío de Héctor se interpuso de por medio. Robert esquivó dos de sus puñetazos. Cuando el tío lanzó por tercera vez su puño, Robert lo cogió al vuelo y se lo retorció. Después le propinó una fuerte patada en el estómago dejándolo en el suelo de rodillas. Tras conseguir vencerle, Robert le dio un fuerte empujón a Johnny. Héctor cayó de rodillas al suelo e intentó recuperar el aire antes de que le volvieran a atacar.

En ese mismo momento, decidí salir de mi escondite. Le dije a Teresa que se quedara ahí. Fui corriendo hasta llegar al campo de batalla. Me arrodillé al lado de Héctor.
-¿Estás bien? –le pregunté preocupada mientras vigilaba que no vinieran a por nosotros.
-¿Qué haces aquí? Te dije que te quedaras con Teresa –me dijo mientras se esforzaba por respirar.
-No voy a dejarte solo, sin protección.
-Sé cuidarme y tú estás en peligro así que vuelve con Teresa.
-No.
-Te harán daño. ¡Vete!
-¡Te he dicho que me quedo!
-¡Estás loca!
-Lo sé –le dije mientras le sonreía y me levantaba para darle un puñetazo en toda la cara a Johnny que venía corriendo hacia nosotros.

Johnny cayó al suelo y vi como sangraba del labio y le había roto la nariz. Robert vino corriendo y cuando Johnny volvió a ponerse en pie, le dio una patada lanzándolo por lo aires y chocando contra una piedra. Nos acercamos. Estaba inconsciente eso nos dio ventaja.
Al segundo, Héctor se dio la vuelta de una forma muy brusca. Me asustó y me di la vuelta y pude ver como le daba un fuerte tortazo a su tío que se había acercado hacia nosotros pensando que estábamos distraídos.

Héctor cogió a su tío por el cuello de la camisa y lo puso en pie. Lo empujó contra la piedra contra la que se había chocado Johnny. Héctor, agotado pero lleno de rabia, empezó a estrangular a su tío. 
-¡Eres un puto cobarde! –le gritó Héctor a su tío.
-¡Soy más valiente que tú, bastardo! –le replicó su tío.

Héctor cada vez le apretaba más. La vena del cuello se le hinchaba y su frente se llenaba de sudor.
-¡Para! –le gritó Julieta a Héctor.
-¿Por qué debería parar? Él no dudaría en matarme.
-¡No! No lo haría.
-¿Y por qué no?
-¡Porque eres su hijo!

Héctor al escuchar eso, se quedó helado. Dejó caer sus musculosos brazos y miró a su madre.
-Te lo estás inventando –le dijo furioso Héctor a Julieta.
-Ya sabes que estuve casada antes con otro hombre antes de casarme con Leonardo.
-Y el hombre con el que te casaste fue este mal nacido, ¿no es así?
-Sí, hijo. Perdona por no habértelo cont…
-¿Perdona? ¿Es lo único que se te ocurre decirme?
-¡No sabía cómo decírtelo!
-¡Es que no quería saberlo! –le gritó Héctor mientras se llevaba las manos a la cabeza.
-Hijo, no te pongas así.
-Déjame en paz –dijo mientras se alejaba de todos nosotros y se perdía en el bosque.

Teresa, al verle pasar a unos metros de él, nos miró y vino a nosotros en busca de explicaciones pero antes de que pudiera decir ni una sola palabra, Robert se acercó corriendo hacia ella y la abrazó con todas su fuerzas mientras la levantaba del suelo.


Yo, sin embargo, me quedé de pies, muda, con la vista perdida en el bosque deseando que Héctor volviera. Miré a Julieta que sostenía un pañuelo de seda en la mano mientras le caían miles de lágrimas por sus mejillas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario