Joe hizo un gesto y los agentes
dispararon a todos los que habían venido conmigo, excepto a mí. Joe comenzó a
reírse a carcajadas y unos agentes me cogieron por los brazos.
-Vaya, vaya… Tu vida depende de
mí –dijo con un tono de voz maliciosa.
-Nunca ha dependido de ti y lo
sabes –dije desafiante.
-Sabemos que tu querida mafiosa
está en uno de los aviones. Les tenemos rodeados y os mataremos a todos a no
ser que se entreguen.
-Jamás lo harán. Han salido de
situaciones peores.
-La pregunta es, ¿Kira puede irse
dejándote en mis manos? –dijo acercándose a mí.
-Si yo se lo pido, sí.
Encendí el micro que llevaba en
la manga del traje. No quería que Kira viniera a buscarme. Eso sería su ruina.
-¿Tan poco te quiere?
-A ti nadie te quiere, Joe. No
eres el más indicado para hablar.
-Ya, bueno. Digamos que conseguir
que alguien me quiera, nunca ha sido mi objetivo.
-Eso es cierto. Tú sólo te guías
por el poder.
-Jefferson, me conoces mejor que
nadie, o eso quiero pensar. Sabes de lo que soy capaz. Has visto, en todos
estos años que hemos trabajado juntos, todos mis grandes planes, cómo me he
quitado de en medio a un millar de mafiosos. Y tú no eres distinto de ellos.
-En cuanto me mates, los aviones
lanzarán los misiles destruyéndolo todo.
-Lo sé pero por lo menos, moriré
con la satisfacción de haberte matado.
Kira no hablaba por el
pinganillo. Estaría escuchando atentamente mientras pensaba cómo sacarme de
ahí. Quería despedirme de ella. Decirla cuánto la quería pero en este mundo, no
había sitio para los sentimientos.
-Kira nos está escuchando,
¿verdad? –preguntó mientras me miraba divertido.
Joe les hizo un gesto a los
hombres que me tenían sujeto. Me soltaron a la vez y el que había sido mi jefe,
sacó una pistola.
-¿Vas a dispararme? ¡Qué
valiente! –dije riéndome de él.
-Jefferson, te recuerdo que no
estás en situación de tocarme los huevos.
-Matándome a mí, no conseguirás
nada.
-Conseguiré quitarte del medio.
-Pero jamás eliminarás a Kira.
-En eso te equivocas.
-¿De qué hablas?
-Kira debería conocer a sus
socios.
-¿Joe, de qué narices hablas?
–dije comenzando a ponerme nervioso.
Joe se acercó y me quitó el
pinganillo de un tirón. Se lo puso en su oreja y me apuntó con la pistola sin
quitarme un ojo de encima.
-¿Kira, nos acompañas?
Joe sonreía con maldad y podía
oír un murmullo que salía del pinganillo que me acababa de quitar.
-¿Kira, que tal si bajas y
hablamos cara a cara?
-¡No! –grité dando un paso hacia
delante pero los hombres que estaban alrededor mío, volvieron a cogerme de los
brazos para que no me pudiera mover ni un solo milímetro.
-Jefferson está sufriendo mucho
sin tu presencia –dijo mirándome desafiante.
-¡Kira, no bajes! –grité antes de
que me dieran un puñetazo en la tripa, el cual me dejó sin respiración por unos
segundos.
A los pocos segundos, Joe me
devolvió el pinganillo e hizo un gesto para que saliéramos del edificio.
Cuando estábamos a punto de
salir, comencé a forcejear. Kira tenía que irse de allí. No importaba lo que a
mí me pasase.
-Jefferson, ¿qué tal si nos lo
pones a todos más fácil? Ella se entrega y tú te vuelves con tu hermanito.
-¿Por qué me odias?
-No te odio, tan sólo eres mi
llave para llegar hasta ella.
-¿Por eso también metiste en todo
esto a mi hermano?
-Necesitábamos refuerzos.
-Tenías agentes de sobra, Joe.
¡Tú estabas al tanto de todo!
-No sé de qué me estás hablando.
-Tú sabías quién era Elizabeth
realmente. Por eso nos metiste a mí y a mi hermano en esto. Tú le dijiste que
fuera al bar al que iba todas las noches y que consiguiera encamarse conmigo.
¡No lo niegues! Nos querías muertos. ¿Por qué?
-Jefferson, eres un chico
demasiado listo. Tu padre fue el que te consiguió entrar en esta empresa. ¿No
se te ocurre por qué?
-Mi padre no te conocía. Fue un
amigo suyo quien me informó de ello.
-Tu padre también era muy listo.
-¡Deja de nombrar a mi padre!
-¿Nunca te contó cómo murió tu
tío?
-Se suicidó porque tenía muchas
deudas de juego.
-Eso es lo que se les comentan a
los niños pequeños. ¿De verdad te protegió tanto? ¿Tan débil te creía?
-Tú no sabes nada de él –dije
deshaciéndome de los hombres que me tenían aprisionados y dándole a Joe un
puñetazo en la cara.
Joe se tocó la nariz. Estaba
sangrando. Me volvió a apuntar con la pistola. Esta vez no vaciló.
A los pocos segundos de que
apretara el gatillo, comencé a notar
cómo me ardía el estómago. La camisa comenzó a empaparse de sangre y yo caí al
suelo. Mi destino era morir desangrado ya que Joe no me haría el favor de
rematarme.
-Tu padre te mintió. Tu tío tuvo
que cambiar su identidad para que todo el mundo le creyera muerto porque unos
mafiosos querían matarle. Tuvo que operarse y empezar de cero en una ciudad en
la que no tenía a nadie. Tu padre, cuando tú tenías dieciocho años, me comentó
que querías venirte a vivir aquí. Y me pidió que te diera trabajo porque sabía
que sino, morirías de hambre. Y yo, como un buen tío tuyo que era, le hice
caso. Y no te ha ido nada mal. No te ha faltado nunca de nada.
-¿Por eso te metiste espía? ¿Para acabar con los que te arruinaron
la vida?
-Quería acabar con ellos sin que
me metieran en la cárcel por homicidio. Ésta era la única forma de conseguirlo.
-¿Ahora tengo que creerme que
alguien tan capullo como tú, es de mi familia? –dije escupiendo cada palabra.
-Me importa una mierda que me
creas o no.
-Toda esta mierda está pasando
por tu culpa –dije mientras me apretaba con fuerza la herida de bala.
-Ya que te vas a morir, voy a
contarte la verdad. Los socios de Kira, no son sus socios, sino los míos. No
apuntan a la Casa Blanca, sino al avión de Kira. Elizabeth, era la hija de mi
mejor amigo. A él consiguieron matarle los capullos que querían conseguir que
les pagáramos todos los favores que nos habían hecho. Los hombres que nos
perseguían, eran el padre de Kira Slim y sus socios.
-¿Y yo qué tengo que ver en todo
esto?
-Que te pareces a mí.
-No te entiendo.
-Tú eras el anzuelo. Kira tenía
que acercarse a ti, tenía que averiguar dónde estaba tu querido tío ya que no
se tragaron la mentira de que yo estaba muerto. Por lo que te envié a ti para
que te la camelaras. Ella no te haría nada porque eras su única salida para
llegar a mí y que yo pagase por la muerte de algunos familiares suyos que se
metieron por medio. Los dos teníais la misión de estar juntos por lo que no
sería difícil de que cumplierais la misión.
-Entonces, ¿por qué matar al
presidente?
-Necesitaba una excusa. No es una
mujer tonta. Consiguió que creyeras que eras de su total confianza. ¿De verdad
creías que una mafiosa contaría su plan al primero que pasase? Pero tú eres tan
ingenuo… Fue pan comido.
-¿Y por qué no acaba ahora con
los dos?
-Porque ninguno contó con una
cosa. Que se acabaría enamorando de ti de verdad. A Elizabeth la contraté para
matarla y claro, yo tenía que hacer como que queríamos salvar a la mafiosa. En
cuanto vi que la cosa se ponía fea, le ayudé a escapar. Pero por una vez, tú
fuiste más listo que yo. Te deshiciste de ella de una manera de la que nadie
podría salvarla y ella no conseguiría escapar. Jefferson, sabía lo que planeabais.
Por eso salí del edificio de la empresa y me vine aquí. Por eso, les dije a sus
supuestos socios, que la eliminaran, si esto se ponía feo. Todavía puede
entregarse –dijo dándole una patada a la puerta. Salimos afuera y Kira estaba a
unos pocos metros de nosotros. Los hombres me arrastraban por el suelo ya que
yo no tenía fuerzas para mantenerme en pie.
-¡Kira, vete! –grité tumbado en
el suelo.
-Tu tío tiene razón –dijo
acercándose a nosotros-. Jamás te hubiera contado nada si hubieras sido otro. Pero
eras la viva imagen de tu tío. Tenía que eliminaros a los dos pero antes, tenía
que encontrarle. Pero nada salió según lo planeado.
-¡Kira, vete de aquí! –volví a
gritarle.
-Jeff, sé que si me entrego, los
médicos podrán salvarte.
-Si me salvas, te matarán.
-No, no lo harán.
En cuanto dijo eso, aparecieron
dos aviones que no paraban de disparar hacia los aviones que habían venido con
nosotros.
-Compraste a todos, menos a dos
–dijo Kira con una sonrisa en la cara.
Los aviones fueron cayendo uno a
uno ya que seguramente, habían jaqueado el radar. Miré a Joe, el cual, miraba
aterrorizado la masacre.
-¡Disparadles! –les ordenó Joe a
sus hombres.
Los hombres que me rodeaban,
sacaron unas metralletas y comenzaron a disparar. Las balas no les hacían nada
y Joe cada vez estaba más furioso.
Los aviones enemigos, acabaron
siendo destruidos en pocos minutos. Kira sacó dos pistolas de su espalda y
comenzó a disparar a los hombres que disparaban con metralletas. Las balas le
daban en el pecho a la mafiosa pero gracias al chaleco anti-balas, podía seguir
eliminando a los hombres que trabajaban para Joe.
Los hombres que me rodeaban,
acabaron todos muertos y los aviones que acababan de venir, apuntaban a Joe con
sus misiles.
-Joe, por fin voy a poder cumplir
mi misión –dijo Kira con los ojos inyectados en sangre.
-No, no lo harás. Mi sobrino no
te lo permitirá –dijo soltando una risita nerviosa.
-No movería ni un grano de tierra
por ti –dije incorporándome como pude.
-Joe, siempre fuiste un cobarde.
Pum.
Cuando me desperté, estaba en una
camilla. No notaba dolor alguno y no veía a nadie. Estaba dentro de una
habitación bastante amplia y blanca con muchas máquinas a mi alrededor.
-¿Jefferson, qué tal te
encuentras? –me preguntó mi hermano acercándose a mí.
-No siento nada –dije con la voz
ronca.
-Es por la morfina –dijo
cogiéndome una mano.
Ainlena vino y se puso al otro
lado de la camilla. Imitó a Gabi y me cogió de la otra mano.
-¿Y ese anillo? –pregunté
observando un anillo dorado con un diamante redondo.
-Tu hermano me pidió matrimonio.
-¿Cuándo? –pregunté mirando a mi
hermano.
-En cuanto Kira nos metió en su
plan. Si moríamos, por lo menos que fuera estando casados, bueno, prometidos
–dijo soltando una risa tímida.
-Me alegro mucho por vosotros
–dije mirándolos a los dos-. ¿Dónde está Kira? ¿Está bien?
-Sí, tranquilo. Bajó a tomarse un
café. Lleva cuatro días sin pegar ojo. No quería separarse de tu lado –dijo
Ainlena mirándome con dulzura -. Y ahora que lo pienso, se va a enfadar con
nosotros.
-¿Por qué?
-Porque ella quería quedarse aquí
por si despertabas pero tenía que ir a tomarse algo, por lo que la obligamos a
que bajara a la cafetería. Y justo vas y te despiertas cuando ella no está.
Siempre tan oportuno.
-Bueno pues cuando ella entre, yo
me hago el dormido.
-Eso se llama mentir.
-Lo sé pero es una mentira
piadosa. Además, así os salo la vida –dije mirándoles divertido.
Oí cómo se oía la puerta. Cerré
los ojos y me hice el dormido. Ainlena me pellizcó pero no me inmuté.
-¿Se ha despertado? –preguntó
Kira.
-No, aún no –dijo Gabi soltándome la mano.
-Bueno, nos vamos a la cafetería
–dijo Ainlena mientras oía como sus pasos cada vez se alejaban más.
Kira se sentó en una butaca que
había al lado de la camilla y me cogió con dulzura una de mis manos. La besó y
la apretó con fuerza.
-¿Kira? –pregunté sin abrir los
ojos.
-¡Jefferson! –dijo emocionada
mientras se acercaba para darme un beso en la frente- ¿Qué tal estás?
-Ahora que estás a mi lado, mejor
–dije entreabriendo los ojos.
Me acarició la mejilla mientras me
miraba con sus ojos brillantes. Después, se inclinó para besarme.
-¿Qué pasó? –pregunté agarrando
una de sus manos.
-Que todo terminó –dijo soltando
una largo suspiro.
-No debiste haber bajado. Podrían
haberte matado.
-Tenía que hacerlo.
-¿Por qué?
-Para protegerte.